Como el español me otorgó una carrera
- Dr. Ben Alberti

- 5 dic
- 3 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días
Reflexiones sobre lengua, movilidad y vocación.

No soy hablante nativo de español. Pero, sí, aprendí a hablarlo. Quiero reflexionar sobre el impacto que tuvo y sigue teniendo en mi carrera, el hecho de que, a la edad de 22, me esforcé en aprenderlo.
Soy arqueólogo inglés. Estudié arqueología en la universidad de Southampton, Inglaterra, durante los años noventa. En mi segundo año, fui con mis compañeres de carrera a hacer excavaciones en Peñaflor, en el sur de España (cerca de Córdoba). La arqueología me resultó fascinante – hallamos la ciudad romana Celti, desconocida hasta el momento (aunque sospecho que mi profesor ya lo sabía). Hacía mucho calor. Trabajamos duro, y nos aprovechábamos del pequeño bar que había en el pueblito de al lado.
Lo más fascinante fue la lengua. Antes de este viaje había oído el español – en las películas cowboy (“¡ándale, ándale!”), e incluso mi mejor amigo de la juventud hablaba español, un hecho que descubrí después de haberle conocido mucho años después al escucharle hablar con su abuela en el teléfono (¡qué asombro total!).
Me enganchó, entonces, el español. Al escuchar a un chico escocés arqueólogo del equipo hablando español con la gente del bar, decidí que tenía que aprender ya. Me inscribí en seguida en el programa “Erasmus” que promovía intercambios entre universidades europeas, y me trasladé a Barcelona durante seis meses. No fue nada fácil aprender el castellano/español en Barcelona – hasta hoy en día suelo decir “pastanagas” en vez de “zanahorias” (el término en catalán, lengua cooficial de Cataluña).
Pero sí, aprendí. Volví a Inglaterra, y un año después, viajaba a Venezuela por tres meses para investigar para la tesis de grado. Llegué a Caracas. ¡Nada entendí! El español que había aprendido en Barcelona, más allá de las palabras sueltas catalanas, ¡no me había preparado para el español venezolano!
Y menos aún el argentino. ¿De Venezuela a Argentina? Me explico.
Después de graduarme, no sabía qué hacer. ¿Un doctorado, entonces? ¡Dale! Empecé a estudiar el arte de la edad de bronce de la isla de Creta en Grecia. Muy interesante. Pero nada tiene que ver con España o Sudamérica. Mientras tanto, no obstante, conocí a un arqueólogo argentino, Gustavo Politis, y empezamos a editar un libro juntos, escrito por autores suramericanes. Él compilando, yo traduciendo al inglés.
Para este proyecto fui a Argentina un par de veces - ¡y me encantó!: la gente, la vida, la arquitectura, y sobre todo, la arqueología. Cuando Gustavo me ofreció un puesto en su universidad – la Universidad del Centro de La Provincia de Buenos Aires (UNCPBA), acepté con gusto. Fue mi primer cargo de profesor.
¡Muy lejos de Grecia!
Viví en Olavarría durante dos años dando clases en la UNCPBA. Cambié el tema de mi investigación para enfocarme en el noroeste de Argentina. Ahora, llevo más de 20 años yendo a la Argentina. Sigo dando clases de posgrado en las universidades argentinas, y además, presento mi trabajo en congresos en toda Latinoamérica. Gran parte de los logros académicos que he tenido han sido porque aprendí español.
Es más: muchos de mis grandes amiges son argentines, españoles, catalanes, peruanes, salvadoreñes … Incluso María, la argentina que es la madrina de mi hija. Es decir, sin el idioma español, mi vida laboral y personal habrían sido mucho menos ricas.






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